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Cada nuevo choque en la Ruta Viva repite la misma historia: frenos que fallan, tráileres fuera de control, víctimas que se suman.
Los especialistas lo dicen sin rodeos: no son accidentes, son consecuencias de un sistema que no funciona. Las medidas llegan tarde y no sirven.
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El abogado y experto en tránsito Cristóbal Buendía sostiene que el Municipio actúa con parches y sin atacar la raíz del problema. “Son necesarias, sí, pero tardías. No son esenciales ni sustanciales”, enfatiza.
Apunta al corazón del conflicto: vehículos pesados que circulan sin control técnico real. Los accidentes, dice, no se deben al trazado de la vía, sino al abandono del control mecánico. “La mayoría de estos siniestros son por fallas de frenos. No se está atendiendo la causa”.
Propone volver a dos revisiones anuales para transporte pesado, controlar licencias profesionales y hacer que las operadoras sean corresponsables de los daños que causen sus unidades.
Siguen circulando
El caso del último accidente lo ilustra: el causante ya tenía tres sanciones previas y seguía circulando. “Entre cinco y ocho personas al día resultan heridas o afectadas por siniestros de tránsito en Quito. ¿Qué más tiene que pasar?”, cuestiona Buendía.
También señala que las vías están mal gestionadas: faltan radares, señalización clara y presencia efectiva de agentes civiles de tránsito. “No se trata de culpar a la vía, sino de gestionarla”.
Sin voluntad política
El especialista en movilidad Álvaro Guzmán va más allá. Apunta a un abandono total de la seguridad vial desde el Gobierno central.
“Llevamos casi cinco años sin reglamento a la Ley de Tránsito y la Asamblea tampoco ha actualizado el COIP. Desde arriba no están tomando las medidas necesarias”.
La consecuencia es devastadora. Según la ANT, más de 2.300 personas han muerto en siniestros viales en Ecuador, aunque la OMS estima que la cifra real podría duplicarse.
Para Guzmán, ni el Gobierno central ni el Municipio han tratado la seguridad vial como una prioridad. “Estos no son siniestros, son resultados de la falta de interés por controlar esta ‘pandemia’ de muertes en las vías”.
Velocidad: enemigo invisible
Guzmán coincide en que el principal detonante es la velocidad. En la Ruta Viva y la Simón Bolívar los autos pueden alcanzar más de 90 km/h, aunque hoy atraviesan zonas urbanas con colegios, canchas y restaurantes. “La Simón Bolívar ya no es una vía de descongestionamiento, es urbana. Y debe tratarse como tal”, destaca.
Critica que se siga culpando al conductor, cuando el propio diseño invita a romper los límites. “Poner un letrero de 90 km/h es como pintar una línea en el filo de un balcón y confiar en que nadie se caerá. El problema es el sistema que permite el error.”
Los expertos coinciden en que el sistema vial quiteño no previene el error humano, lo provoca. Ni las campañas de concienciación ni el ‘conductor designado’ sirven sin control ni infraestructura segura.
“Las campañas sin políticas reales son solo gasto. No sirven para nada”, sentencia Guzmán.
Ambos consideran que la solución no cuesta millones: se trata de tener voluntad política, control técnico y un rediseño de velocidad urbana. Mientras eso no ocurra, la Ruta Viva y la Simón Bolívar seguirán cobrando vidas.
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