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En el Hospital General Guasmo Sur, uno de los gigantes del sistema público de salud en Guayaquil, cada día comienza entre el olor persistente de la humedad, las aguas servidas que se filtran y el desinfectante que intenta disimular el desgaste.
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Trabajadores del sanatorio, que pidieron mantener su identidad en reserva por temor a represalias, describen un panorama crítico que no mejora con el paso del tiempo. “No hay guardianes, no hay alcohol gel para desinfectarse, las sillas están destruidas y los muebles en mal estado”, relata un empleado del centro médico.
El hospital, recuerdan, también fue intervenido por las Fuerzas Armadas, como ocurrió con el Teodoro Maldonado Carbo del IESS.
Este 2 de noviembre, el ministro de Salud, Jimmy Martin, visitó el Hospital General Guasmo Sur en una jornada de trabajo junto a los gerentes de los hospitales militarizados de Guayaquil: el Monte Sinaí, el Universitario y el Guasmo Sur.
Durante el recorrido, según informó el MSP, se abordaron temas para fortalecer el sistema nacional de salud y mejorar los flujos de atención. Sin embargo, la visita se dio en medio de las denuncias del personal por las condiciones precarias del hospital.
Los problemas de infraestructura son notorios. “Las goteras no son de lluvia, el piso pasa mojado todo el tiempo y los baños están dañados”, cuenta otro trabajador.
A esto se suma un daño estructural más grave: el colapso del sistema de aguas servidas. “Eso es altamente contaminante porque las aguas del laboratorio, quirófanos y otras áreas se van a la calle. La planta de tratamiento no funciona y el agua termina en el río Guayas”, explica uno de los empleados.
Peligro de tuberculosis en el hospital Guasmo Sur
En esa casa de salud, el mantenimiento correctivo lleva años sin ejecutarse. Las bombas de agua están dañadas, las alcantarillas se rebosan y el sistema sanitario colapsa con frecuencia. “Vienen, pintan por fuera y se llevan la plata, pero nada queda arreglado. Por eso todo colapsó”, denuncia un técnico del lugar.
Los carros de curación apenas se sostienen, los pagos se retrasan y el personal se siente desprotegido. “Ahora mismo no nos pagan los recargos, dicen que no hay presupuesto”, afirma otro trabajador.
Pero lo que más preocupa es el riesgo sanitario. “Los compañeros que tratan a pacientes con tuberculosis no tienen las mascarillas adecuadas. Eso pone en peligro sus vidas”, añade otro empleado.
Los pacientes también se quejan. En los pasillos, las quejas circulan en voz baja: falta de medicinas, insumos básicos que no llegan y un calor sofocante en las salas sin aire acondicionado.
Esta situación, de acuerdo con los trabajadores, no difiere mucho de la que viven otros hospitales públicos de Guayaquil, como el Universitario y el Monte Sinaí, donde, según sus colegas, los mismos problemas se repiten.
A todo esto se suma un ambiente laboral cada vez más tenso. “Nos sentimos psicológicamente afectados, porque somos civiles y no estamos acostumbrados a vivir como militarizados”, confiesa uno de los empleados. La presión y el miedo, dicen, pesan tanto como el cansancio físico.
Pese a ello, cada día el personal vuelve a sus puestos con la esperanza de que algo cambie. “Queremos trabajar bien, pero no nos dan las herramientas. Es doloroso ver cómo el hospital se cae a pedazos y nadie escucha”, se queja otro miembro del personal trabajador de este sanatorio.
Entre olores, goteras y reclamos que nadie atiende, EXTRA le escribió al departamento de Comunicación del Ministerio de Salud Pública para solicitar entrevistas con el gerente del hospital y con el ministro Jimmy Martin. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
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